Ian Curtis era un chico especial, torturado, de los que veía la botella medio vacía. No luchaba contra sus miedos, se dejaba arrastrar por ellos. Es más, le arrastraron hasta la muerte. De ese camino tortuoso y objetivamente duro que sufrió, tenemos un legado espeluznante. Guitarras que sangran, bajos que murmullan mientras espasmos vocales nos abren en canal.
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